Abstracto
1. Durante la década de 1980, hubo una creciente evidencia epidemiológica de que el entrenamiento aeróbico reducía la presión arterial (PA). Los estudios de intervención temprana no siempre han respaldado esta conclusión. Dichos estudios estuvieron limitados por deficiencias metodológicas. Pocos estudios habían utilizado individuos normotensos o mujeres solas. 2. El entrenamiento físico es una estrategia de estilo de vida atractiva en la prevención de la hipertensión. En nuestros estudios en hombres, el ciclismo de intensidad vigorosa no redujo la PA en reposo. 3. El ejercicio vigoroso reduce la PA ambulatoria diurna y, en combinación con la restricción calórica, tuvo un efecto sinérgico para reducir la PA nocturna y de 24 h. 4. El ejercicio es un complemento positivo y eficaz de otras medidas de estilo de vida en la prevención de la hipertensión. La adherencia al ejercicio de intensidad moderada supervisado o no supervisado es suficiente para reducir la PA a corto y largo plazo. 5. Es necesario realizar más estudios para evaluar la importancia clínica y los mecanismos del aumento de la PA en reposo observado en mujeres mayores. 6. Las personas mayores con hipertensión deben ser monitoreadas cuando inician un programa de natación. 7. Los cambios en la PA inducidos por el ejercicio observados en el laboratorio también se observan en el entorno comunitario.
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