Abstracto
Se caracterizaron las adaptaciones cardiovasculares centrales y periféricas a 12 semanas de entrenamiento intenso de natación en 12 hombres y mujeres de mediana edad previamente sedentarios. El consumo máximo de oxígeno (VO2) durante el ejercicio de bicicleta erguida mejoró de 29,2 +/- 5,6 a 34,7 +/- 6,7 ml/kg/min (media +/- SD, p menor que 0,01) debido a aumentos similares en el gasto cardíaco máximo ( CO) y la diferencia arteriovenosa de oxígeno calculada (ambos p = 0,02). El VO2 pico en posición supina fue un 10 % más alto después del entrenamiento (p menos de 0,005) únicamente debido al aumento del CO (p = 0,005). La frecuencia cardíaca máxima disminuyó en ambas posturas; por lo tanto, el volumen sistólico en el ejercicio máximo fue mayor en un 10 % y un 18 % en las posturas erguida y supina, respectivamente (p = 0,05 y p = 0,005). Hubo un aumento idéntico del 18 % (p = 0,01) en el índice de volumen diastólico final del ventrículo izquierdo en posición supina mediante ventriculografía con radionúclidos, pero no hubo cambios en la fracción de eyección del ventrículo izquierdo ni en el índice de volumen sistólico final (ESVI). La presión arterial sistólica (PAS) máxima se mantuvo sin cambios en la postura erguida, pero fue un 8 % más alta (p = 0,002) durante la decúbito a pesar de una resistencia periférica total y una relación PAS/ESVI similares. La conductancia máxima de la pantorrilla (Gmax), evaluada por separado mediante pletismografía de oclusión venosa después del ejercicio isquémico local hasta la fatiga, aumentó un 20 % (p menos de 0,02) con el entrenamiento, lo que dio como resultado un flujo sanguíneo hiperémico un 18 % mayor (p = 0,05). El VO2 pico, el CO y la Gmax no cambiaron en cinco sujetos de control que no hacían ejercicio. Concluimos que en humanos de mediana edad, el entrenamiento intenso de natación durante 12 semanas produce adaptaciones que incluyen una mayor capacidad de vasodilatación en el músculo esquelético y una mayor capacidad de bombeo cardíaco.
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